La historia y el misterio siempre han ido cogidos de la mano. Desde los albores de los tiempos hemos intentado desentrañar todo aquello que se ha quedado en el tintero de lo inacabado por algún motivo, sin tener en todos los casos el mismo éxito. Quizás sea en gran medida provocado por lo mismos que han escrito la historia. Por aquellos que de alguna manera han querido maquillar el resultado de sus acciones, transformando todos aquellos sucesos que podían contradecir sus codiciados derechos y su providencial presencia salvadora. También existen momentos de la historia que por alguna otra razón, como la de no ser políticamente rentable o moralmente aceptable, han quedado relegados a un segundo plano, sufriendo el más profundo de los olvidos, escritos en legajos abandonados al polvo y al destino en cualquier oscuro archivo de biblioteca. En otras ocasiones es precisamente la falta de información la que nos hace dar palos de ciego continuamente, introduciéndonos en laberintos sin salida, llegando a calles cortadas o conduciéndonos hacia cruces de caminos con numerosas salidas, tornándose en misterio el desenlace de la historia que estamos investigando.
Sea como fuere, nuestra historia está llena de misteriosos y apasionantes enigmas, sin los cuales creo que la vida sería mucho más aburrida. En este blog intentaré mostrar algunos de los enigmas de la historia que más me han llamado la atención. Espero que lo disfruten.

lunes, 9 de enero de 2012

La hierba del campo provocó el Crack del 29


En la historia de la civilización hay veces que la más tonta decisión puede desencadenar un efecto mariposa de incalculables consecuencias. Aunque parezca una auténtica ironía, la historia del crack de 29 la tenemos que comenzar en la hierba. En la hierba que ya no está, por supuesto. Nos tenemos que remontar a la época en el que los colonos europeos llegaron a las extensas llanuras de los Estados Unidos. Más concretamente al Medio Oeste, un inmenso territorio que se extiende desde el río Mississippi hasta las Montañas Rocosas, y desde los grandes lagos a la zona del Caribe. En esta vasta zona abundaban los pastos, un gran mar de hierba donde pastaban libremente los bisontes. Estos bisontes eran la dieta fundamental de los indígenas norteamericanos, los indios. Millones de bisontes campaban a sus anchas en este territorio, comiendo a discreción la hierba que crecía a sus alrededores. Los bisontes tienen la peculiaridad de comer hierba mordisqueándola, sin llegar a arrancarla como hacen por ejemplo las cabras (que al comer van arrancándola, dejando asoladas las zonas por donde pasan), dando como resultado que siempre vuelva a crecer una y otra vez. Así, los bisontes, en su continuo peregrinar siempre tienen donde volver a comer nuevamente.

En la época de la colonización el indio era un auténtico problema. Querían erradicarlo como fuere, así que en un momento dado algún general tuvo la “brillante idea” de terminar con la principal fuente de recursos del indígena, el bisonte. Como resultado de esta nefasta decisión, en treinta años fueron aniquilados cien millones de bisontes –si, cien millones- acabando con la población indígena. Lo peor de todo es que ni siquiera utilizaron la carne de los animales, que de bien podría haber servido para aumentar la calidad de vida en un país con muchas necesidades. Ni siquiera se molestaron. Se limitaron a amontonarlos y guardar algo de piel.

Cuando los colonos llegaron al lugar se repartieron esta gran extensión de hermosas tierras con el fin de vivir y aprovecharlas agrícolamente. En un principio todo fue bien. Los campos se araron y se sembraron de maíz, trigo, cebada o algodón, regándolos con los abundantes caudales de los cauces naturales. Aquí hay que explicar muy bien de que están compuestos estos prados. En su inmensa mayoría son terrenos de aluvión, espesas capas de limo arrastradas por los caudalosos cauces del Mississippi y Missouri, por tanto, en la superficie apenas existe la arcilla, y la tierra de las primeras capas en cuanto se secan se convierten prácticamente en polvo. Estas tierras, se mantuvieron en buena forma mientras el jardinero bisonte segaba el campo, consiguiendo que la hierba mantuviera esos terrenos de forma equilibrada, evitando la erosión gracias a sus raíces. En cuanto el manto verde desapareció sobrevino el desastre.

Al poco tiempo, una sequía larga provocada por el calentamiento de las aguas del océano Pacífico hizo que la tierra en la que se cultivaba perdiera su consistencia y se convirtiera en polvo. En estas inmensas llanuras, que en su punto máximo no supera los cincuenta metros sobre el nivel del mar, el viento empezó a campar a sus anchas, ya que es un lugar predilecto para ello. Con la hierba todo fue bien. Pero con la tierra convertida en polvo, llegaría el “Gran cuenco de polvo”, tornados que empezaron a girar y girar sobre sí mismos aumentando día a día su diámetro, ocultando incluso el sol, llevándose a su paso campos, pueblos… desahuciando esa zona para siempre.

Los colonos tuvieron que emigrar, las grandes cantidades de dinero que debían a los bancos por culpa de los créditos pedidos otrora quedaron sin pagar, con lo que estos últimos se quedaron con unas casas desoladas sin que nadie quisiera vivir allí, y unas tierras yermas. El resultado de todo esto fue la quiebra de muchos bancos, primero los agrícolas, luego arrastrando tras de ellos a los industriales, con lo que la gente que había perdido sus ahorros empezó a invertir en bolsa, hinchándose ésta como una enorme burbuja (¿Os suena?).

Más tarde, todo esto era tan inestable que bastó con que en octubre de 1929, un inversor inglés que poseía una gran cantidad de acciones se percatara de que la caída estaba cerca, vendiendo sus acciones, suponiendo esta acción la carta de la baraja que tiró todo el castillo de naipes sobreviviendo el crack que supuso la crisis total para Estados Unidos. Una vez más vemos como una serie de estúpidas decisiones llevan a la sociedad a un caos predestinado desde hacía tiempo. Y es que el hombre es el único enemigo natural del hombre.

Una vez leí que los seres humanos, igual que las cabras –que arrancan la hierba-, viven en lugares inhóspitos porque los vuelven inhóspitos.

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